Familia Lavalle - Focos de una comedia, con querer queriendo, distanciada.

Por Carlitos Cañete

Un aspecto ingenioso –ahora que vengo divagándome frecuentemente con Brecht-, es lo de anunciar antes del inicio de la función a las redes sociales de la obra, poder documentarla y que ese espectador o esa espectadora, decida verla en vivo también desde una pantalla con los actores a metros de distancia.
Ni George Orwell.
Desde ese distanciamiento, intencional o no, empieza una comedia donde la interacción de los actores con la historia, involucra prácticamente todo el tiempo, la reacción del público, ante el chiste o hecho, inconscientemente presumido.
La discriminación, a veces peyorativa-, de sincretizar la idea de ir a ver una obra comercial, sería el eufemismo de todos los resentimientos de una taquilla en terapia intensiva.

En ese caso, el solo hecho de intercambiar víveres para asistir a los que se manifiestan contra la extinción del oso hormiguero en tal o cual plaza, ese intercambio redimensionado en la metáfora de capital, vuelve a una obra teatral en un concepto de compra, dentro del mercado cultural.
Parafraseo mis subjetividades sobre el punto, para desestigmatizar que el teatro con figuras influencers, simbiotizadas con artistas de oficio, naturalista y detallada escenografía, canción propia y micrófonos solaperos, manejados con la atención que rinde un nueve felicitado, solo puede ser comercial.
La sensación absurda que desencadena la comedia, se siente desde el tono de la voz en los parlamentos disparatados, ingeniosos, efectistas; donde la conexión entre los intérpretes deja fluir gags, que se oyen orgánicamente improvisados, llevándome a suponer que en cada función los artistas tienen el privilegio de hacerlo, sin perder jamás la sátira guionada.

Más vale.
Una familia tridimensionada en estereotipos populares, nunca cae en lugares comunes en cuanto a las relaciones con la realidad que convoca el trabajo de los actores, como figuras para ésta propuesta, ya que sería ver lo mismo que se ve en una pantalla, pero en vivo y eso no resulta demasiado atractivo para mí.
A cada uno de los actores y actrices ya los vimos haciendo lo que nos muestran, la diferencia la veo en cómo logran no ser ellos y ser la madre y el padre, los hermanos, el novio y una extranjera inquisitiva, cuando sus características mediatizadas –en menor medida en el personaje de la hija-, lleva a exponer la correcta o no ejecución del biodrama de sus peculiaridades y bagaje artístico.

Dicho de un modo menos complicado, los artistas nos ofrecen lo mejor de lo que uno espera ver en ellos, porque relacionan al actor con el personaje, entonces, establecer un quiebre, un distanciamiento de esa idea, resulta efectivo.
“Familia Lavalle”, continúa este último fin de semana en el Teatro Latino (Tte. Fariña e/ Iturbe y Yegros).

La función de hoy y mañana empieza a las 21:00 y la del domingo a las 20:00.
El Director de la propuesta es Santiago Palumbo y si aún no saben quién actúa en ella, los precios y demases ondas, les invito a que ingresen al ciber mundo de pantallas, influencers, fotos, videos y todos los accesorios de conectividad a los que pueden acceder con mayor agilidad que mi teléfono adaptado y si entendieron algo de todo este ñembo sofismo, vayan a ver una muy buena comedia al teatro.


Fotos: Gentileza de “Familia Lavalle”

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