El Retablillo de Don Cristóbal - Todas las espigas para el retablillo

Por Carlitos Cañete

Acá hay infinitas interpretaciones, pero no puedo olvidar el simbolismo de la palabra espigas en la conclusión sobre las tradiciones campiranas españolas y la metáfora sobre la virtud del arte teatral.
“El retablillo de Don Cristóbal”, es una pieza dramatúrgica, creada para un teatro de títeres o marionetas.

Es un homenaje al color de las tradiciones y la oralidad, abordados con amplio criterio estético; lo cual puede ser de un estilo original incluso.
Ya se hicieron representaciones de la obra por compañías de actores humanos; ésta es la primera que veo en nuestro país.

En serio merece una suerte de reconocimiento común. Digo esto porque la obra fue estrenada durante el ciclo de verano 2019.
El Teatro Municipal de Asunción “Ignacio A. Pane”, concede tras convocatoria abierta sus espacios, luego de una solicitud formal y extenuantes gestiones burocráticas en la municipalidad capitalina, que bien podrían formar parte de una secuencia de crossfit.

Ese sólo impulso por generar y otorgar teatralidad lorquiana al público, merece gran reconocimiento.
Producir, dirigir y actuar una obra de Federico García Lorca, requiere valor y un infinito sentido de la imaginación.
El diseño de sus vestuarios, corrió por cuenta de cada actor y actríz, bajo una línea simple y efectista: materiales reciclados o cotidianos.
Junto con la iluminación que tuvo (les recuerdo que soy ciego hace cinco años y generalmente voy con un amigo capaz de aguantar mis preguntas visuales durante la obra), la puesta se vio muy bien.

El efecto de muñecos en una caja de música –que yo no sé si alguien más se divagó así-, me hacía ver hasta los hilos en los brazos que las y los artistas no tuvieron nunca.
La dirección de nuestro querido editor –al que no le hago autobombo, sino auto bastón-, fue disparatada y meticulosa, casi casi como es él aveces, logró que la exageración suene brillante, cada vez que aparecía.

Proyectar la voz es vital en toda obra con texto.
La prosa le agrega la sensación de un examen final de dicción, con una profesora muy exigente, de la que algunos, casi siempre queremos más.
La mayoría de los y las intérpretes lo encauzó muy bien.
La pieza en sí misma es cómica, por lo tanto, todo en ella lo es y siempre dicen que es más difícil hacer reír a la gente, que hacerla llorar.
Yo me reí mucho, en serio.

Excepto por problemas en la dicción y la proyección, mucho esfuerzo por apropiarse de la poética campestre –por colonización, no tan ajena al machismo que existe acá no más- y soltura en la muñequización de sus personajes (no dejar jamás de ser eso) el día que los ví, eso podría remarcarles por mejorar como expectador.

Así no más arrancamos éste año de reseñas, devoluciones que vienen desde éste lado del trópico desenfocado, que escucha un poco más cuando bosteza el silencio y aprende de ésta pasión, la gran pasión que significa para mi el teatro, todas las señales que guarda con su magia.

En suma y totalmente en serio, valorable el ritual artístico que los y las artistas de “El Retablillo de Don Cristóbal”, nos propone hoy, al cerrar ésta temporada en la Sala Federico Ruy Díaz de Guzmán de la Manzana de la Rivera (Ayolas entre Paraguayo Independiente y Benjamín Constant, a las 20:00, con entradas generales a G. 30.000.

Doblemente Lorca y es curioso, porque ésta pieza particularmente, es como un empacho de su ironía, sensación que los chicos y las chicas, los que produjeron y laburaron la obra, los que la hacen brillar y sonar tan graciosa cuando en realidad lo son, llenan de frescura, como las espigas recién cortadas para el arte.

PH: Sebas Ovelar 

Publicar un comentario

0 Comentarios